Video: Un palomar en un sitio ideal.

martes, 2 de febrero de 2016

Colombia presenta a Edgardo Parra y El club de las palomas mensajeras.

El club de las palomas mensajeras

Jesús Rico.

Foto: Jesús Rico.

Edgardo Parra, director del Club Colombófilo Alas del Caribe, con algunas de las palomas que entrena.

POR: 
MARÍA MARGARITA MENDOZA
Un grupo de barranquilleros cría y entrena estas aves, desde hace más de 10 años, para participar en competencias en la Región y el país, al mejor estilo de la antigüedad.
El barranquillero Edgardo Parra tiene 52 años, es médico veterinario y dice que desde niño le han gustado las aves. Recuerda que en 1992 conoció las palomas mensajeras cuando vio una bandada de estas y notó que, tras haber volado juntas en círculos, regresaban a la casa de un vecino que era colombófilo. “Me incliné por las mensajeras porque eso de soltarlas y esperar que lleguen a casa, produce una alegría grande”, cuenta él. Pues más que para enviar recados, este tipo de animales tienen hoy un fin casi que deportivo.
Por características como su sentido de orientación, agilidad, inteligencia y docilidad, las palomas conocidas como mensajeras resaltan entre la gran variedad de aves existentes, por estar atadas a los humanos en términos de utilidad. En algún momento, fueron el equivalente al internet de hoy.
Siendo usadas desde la antigüedad para enviar mensajes entre territorios a largas distancias, especialmente cuando había guerra, hoy su función es más recreativa. Muchas personas alrededor del mundo sienten afición por criar y entrenar palomas de este tipo para participar en competencias, en las que buscan lograr el mejor tiempo recorriendo largos circuitos.
La actividad de crianza de estas aves se denomina colombofilia y a sus entrenadores se les conoce como colombófilos. Al estilo de Edgardo, una de las personalidades reconocidas a nivel mundial que dedica su tiempo a este hobby es el exboxeador estadounidense Mike Tyson, que al retirarse en 2005 y pese a su fama de hombre rudo sobre el cuadrilátero, decidió dedicarse a pasar horas cuidando el palomar que tiene desde hace más de 30 años.“Es algo que me ayuda a mantener la mente tranquila”, mencionaba el ex peleador en el documental ‘Las alas de Tyson’, que relata su experiencia como criador de palomas mensajeras.
El hobby local. El veterinario Edgardo ingresa a su palomar, de poco más de un metro y medio de altura, y tras hacer sonar sus palmas más de 30 aves de tonos blancos y grises mueven sus alas en dirección al cielo. Una vez en la distancia, se alinean y empiezan a dar vueltas en círculos, por toda la cuadra.
Desde que comenzó, ha tenido alrededor de 200 palomas. Actualmente en el amplio patio de su casa, en el barrio Chiquinquirá, alberga especies alemanas, belgas y españolas. Dice que estas se diferencian de las “palomas criollas”, que son las que usualmente se ven en las plazas y calles de la ciudad, por su fisionomía estilizada, sus colores y su resistencia en el vuelo.
El vuelo que acaba de desatar lo mantiene por 20 minutos, y en cada giro las mensajeras descienden y se acercan más al techo de la casa, formando un espectáculo de sincronía en el aire.
“Es por su orientación, inteligencia, vista, esas son las habilidades naturales de ellas”, afirma Parra refiriéndose a las cualidades que hacen a estas palomas capaces de recorrer grandes distancias y volver siempre hasta su nido.
Cada 15 días, 12 colombófilos de la ciudad se reúnen para compartir esta afición. Juntos forman el Club Colombófilo Alas del Caribe, del que Edgardo Parra es director desde hace 10 años.
La competencia. “Tener palomas mensajeras y volarlas en la casa puede ser relativamente fácil, pero al soltarlas y ponerlas a competir ya la cosa cambia. Es una responsabilidad grande entrenar a los pichones”, asegura Edgardo y añade que para estos concursos los colombófilos entrenan a las aves por meses, para que vuelvan a sus palomares en el menor tiempo posible. Esto lo hacen atravesando con ellas largas distancias.
Con voz pausada y segura, demostrando su amplia experiencia en el tema, Parra cuenta que a partir de la semana de nacidos, a los pichones les colocan un anillo con un código de identificación en una pata. Lo hacen para distinguirlas en las competencias. A los dos meses de vida, tienen suficiente fuerza para volar alrededor de la casa y es cuando llega el momento de liberarlas desde distancias mayores, para que por medio de sus instintos naturales retornen.
“Para ir a campeonatos, deben irse soltando desde distancias pequeñas. Dos kilómetros, luego cinco y diez. Un ejemplo: volamos desde Soledad, luego volamos Galapa y volamos Sabanagrande”, dice el veterinario.
Los miembros del club cuentan que sus palomas han recorrido distancias de más de 200 kilómetros en las competencias que realiza en ciudades y municipios del Caribe. Aseguran que su distancia máxima fue en 2004, cuando recorrieron 460 kilómetros desde Medellín hasta Barranquilla. De 70 liberadas, solo 10 regresaron. Tardando un día para llegar debido al mal clima, ya que lo ideal era que hicieran el recorrido en 10 horas.
Explican que durante los trayectos de vuelo existen inconvenientes, tales como los depredadores, cazadores y otros como la lluvia o la fatiga que causan la desorientación del animal, impidiendo su regreso. Estos son factores que los criadores de palomas mensajeras bien conocen, por lo que cuando estas completan su recorrido, se llenan de satisfacción.
“La alegría cuando una palomita de esas llega es comparable al nacimiento del primer hijo varón. Es algo indescriptible, uno se abraza con todo el mundo y se le salen las lágrimas, es  indescriptible”, confiesa Parra.
Para trasladar las aves son enviadas con lo que denominan un “convoyero”, es decir una persona que las transporta en un camión por tierra y las suelta en el territorio escogido. Para las más largas distancias emplean servicios aéreos especiales.
Napoleón Galofre ha sido el hombre designado por el club para cumplir esta labor desde 2000. “Yo siempre había estado relacionado con los animales, la primera vez que me dijeron las llevé y me gustó, entonces me quedé como convoyero”, explica Galofre, quien ahora asiste a las actividades del club en compañía de sus nietos.
Gastos, pérdidas y alegría. Los colombófilos deben invertir dinero para costear su afición.El valor de una pareja de palomos mensajeros reproductores, de los que se obtendrán los pichones, puede ir desde los 100.000 hasta los 300.000 pesos. Como director del club, Parra dice que una temporada de vuelo, que puede durar tres meses, requiere de una inversión que oscila entre los dos y tres millones de pesos, gastos que son asumidos por cada integrante.
También explica que en las competencias realizadas periódicamente al interior del club, no hay premios económicos, solo trofeos; pero en las competencias realizadas en ciudades como Medellín o Bogotá, en las que participan  colombófilos de todo el país, existen premios que rondan los 25 o 30 millones de pesos para el primer lugar.
“Aquí es manejado como hobby y no ganamos, sino que gastamos. Hay que mantener un equilibrio de los gastos de la casa y los de las palomas”, afirma el veterinario.
Un club familiar. Lizeth es una de los cinco hijos de Edgardo Parra. Con 24 años recuerda que desde muy pequeña acompañaba a su papá durante los concursos de colombofilia. “Mi hermano mayor y yo siempre habíamos estado con él, siempre estábamos pendientes de quién llegaba primero”, recalca la joven, ya que a su padre le agrada celebrar los eventos familiares con competencias de palomas mensajeras e integrar en ellas a familiares y amigos.
Richard González se unió en febrero de este año al club de palomas mensajeras. Actualmente tiene 20 ejemplares y la distancia más larga que han realizado ha sido desde Planeta Rica hasta Barranquilla. “Este es un pasatiempo que me ha gustado desde que lo comencé, es como cualquier hobby, como jugar futbol”, afirma Gonzáles y añade que la colombofilia ha acercado más a su familia, ya que es una actividad en la que todos pueden involucrarse. “Me ha cambiado la vida con mi esposa. Ella está pendiente de los animales, las limpia y mis hijos también están pendientes de ellas”.
El próximo reto
Desde agosto de este año, el club entrena a sus palomas para realizar un vuelo desde Manizales hasta Barranquilla, más de 600 kilómetros, la mayor distancia que habrían recorrido. Este reto planean hacerlo en febrero del próximo año, pese a las dificultades económicas y de esfuerzos que este pueda traer, todo por la pasión que esta actividad brinda a sus miembros. “Cuando las palomas surcan el cielo, mi imaginación se eleva con ellas”, esta frase, de la autoría de Edgardo Parra, se encuentra estampada en la parte de atrás de la camiseta que lleva puesta mientras explica su significado. “Ese soy yo, esa es mi unión con las palomas. No vuelo para ganar plata, vuelo para divertirme y todos ellos están conmigo”, reflexiona este amante de las aves, mientras señala a los miembros del club que le silban a las palomas ubicadas en el techo de su casa, este gesto las hace entrar al palomar tras haber rondado los cielos como una sincrónica bandada que nunca olvida la ubicación de su casa.